Barrio el Mercadillo
El casco antiguo de Liérganes ha sido declarado Conjunto Histórico Artístico y es popularmente conocido como «la pequeña Santillana». El epicentro de éste conjunto es el barrio de Mercadillo, auténtico “corazón” del pueblo, y donde se concentran una buena parte de las casonas blasonadas de Liérganes. Se trata de edificios representativos del auge económico que tuvo el lugar, debido a la existencia dela Fábrica de Artillería junto al río Miera.
El barrio fue creciendo a partir de construcciones bastante agrupadas, configurándose de la manera tradicional que hoy día podemos contemplar. Se compone de dos plazas: Vitote y Marqués de Valdecilla, que conforman dos excelentes conjuntos ar
quitectónicos; y numerosas calles adyacentes que nos presentan un impresionante repertorio de edificios, construidos en un período que va desde el siglo XV hasta bien avanzado el XIX.
Se trata de uno de los conjuntos arquitectónicos de Cantabria. Incluye la iglesia parroquial de San Sebastián y San Pantaleón, del siglo XV; la casa Setién, uno de los edificios más antiguos de Liérganes, de 1565; la casa Langre, la casa de Rañada Rubalcaba y la casa de Cuesta Mercadillo, del siglo XVII; las casas que pertenecieran a Pascual dela Portillay Juan dela Rañada, cuyo origen se remonta a finales del siglo XVI, siendo reformadas a lo largo del XVII; la casa de Rubalcaba del siglo XVII; la casa de Domingo dela Cantolla, secretario dela Inquisición General, llamada ‘casa de los Cañones’, de comienzos del siglo XVIII; la casa El Retiro, edificada en 1872; la casa de Manuel Cacho Acebo, con su curiosa torre de 1890; y el colegio de Niñas de finales del siglo XIX.
Un viaje en el tiempo a través de 20 edificios singulares de Liérganes. (500 años de arquitectura a nuestro alcance).
Explorar Liérganes nos permite disfrutar de un excelente conjunto de edificios barrocos y neoclásicos; casonas montañesas y palacios indianos; iglesias, capillas, ermitas, puentes y molinos que se alternan; integrando con naturalidad estilos y épocas.
Con sus pequeños secretos, éstos edificios nos cuentan el desarrollo y evolución de Liérganes. Un relato colectivo de un municipio que, poco a poco, fue convirtiéndose en el principal centro socioeconómico de la comarca.
ARQUITECTURA DEL RENACIMIENTO.
Los testimonios más antiguos que encontramos en Liérganes son del siglo XVI. La sobria torre gótica de aspecto feudal ha sido abandonada en favor de la arquitectura renacentista.
Se construyen palacios que todavía evocan a las torres medievales por tener gruesos muros, escasas ventanas y un hastial escalonado que recuerda a las almenas.
El renacimiento supone una transición entre el gótico y el barroco, y muestra rasgos estilísticos comunes: la simetría y la proporción de los edificios, así como la labra de molduras decorativas en las pilastras. Con frecuencia las construcciones del periodo que se pueden encontrar en Liérganes han sufrido sucesivas reformas posteriores; de tal manera que sus portadas originales, con arco de medio punto, aparecen actualmente en el interior de soportales que forman nuevos cuerpos añadidos a la fachada original.
ARQUITECTURA CLASICISTA
La segunda mitad del siglo XVI y los comienzos del XVII suponen la introducción del clasicismo en la arquitectura del Miera. Varias son las causas para su desarrollo. Por un lado, los personajes notables de la comarca que alcanzan relevancia pública en Madrid y que, desde allí, encargan la construcción de residencias en sus pueblos de origen. Por el otro, es consecuencia de la actividad de artistas y artesanos cántabros –sobre todo los apreciados canteros trasmeranos- que aprenden los secretos del nuevo estilo en las numerosas obras que se realizan por toda la península ibérica. Finalmente está la influencia de las órdenes religiosas que buscan la severidad de rasgos frente al ornamento y la exhuberancia plateresca.
La construcción del Escorial por el arquitecto cántabro Juan de Herrera, marcó un hito que derivó en el estilo clasicista que se ve reflejado en algunos palacios de Liérganes con características comúnes: sobrios; austeros; con poderosos muros y escasos vanos decorados por pilastras. En sus portaladas y fachadas se incorporan escudos y blasones que evidencian un afán de notoriedad y promoción personal de las clases hidalgas. Una manera de demostrar su poder, antigüedad y valía (a veces real, otras oportunamente exagerada).
ARQUITECTURA BARROCA
En la primera mitad del siglo XVIII, el nuevo marco social y el regreso de los primeros indianos trajeron consigo la necesidad de una arquitectura menos austera y más pomposa. El objetivo era demostrar públicamente el éxito personal y el poderío social alcanzado.
Poco a poco se empieza a introducir en Liérganes el estilo barroco. Los edificios abandonan la austeridad clasicista, y se adornan con suntuosas columnas salomónicas cubiertas con decoraciones vegetales. prominentes aleros, frontones muy resaltados y recargados escudos nobiliarios.
ARQUITECTURA INDIANA Y CIUDAD BALNEARIA.
A partir del siglo XVIII y fundamentalmente durante el XIX, los indianos que emigraron a América vuelven enriquecidos, y engrosan el patrimonio constructivo con nuevas tipologías de vivienda. Sus luminosas casas, con grandes miradores acristalados, y especies de árboles y plantas exóticas en sus jardines, van ocupando espacio en los diferentes barrios de Liérganes; simbolizando el éxito perdurable de quienes arriesgaron y volvieron prósperos a su aldea.
Con la apertura, en 1862, del Balneario para la explotación de las aguas de la Fuente Santa, Liérganes se irá convirtiendo en una auténtica “ciudad balnearia”. Al calor del floreciente negocio, se construyen hoteles, el teatro, el ferrocarril y numerosos chalets de veraneo. La burguesía, con sus modos y costumbres de ocio, empiezan a dar un aire de distinción y modernidad al municipio.
Miera: un río de vida cargado de historia.
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El río Miera forma parte de la historia de Liérganes. A pesar de su corta longitud – -tan solo 41 kms-, configura un valle tan diverso como pintoresco; atravesando pueblos de gran personalidad y definiendo paisajes muy dispares.
El Miera nace a más de 1.250 metros de altitud en el Pico del Fraile, en pleno Portillo de Lunada; en medio de un valle glaciar por el cual sus aguas descienden entre estrechos desfiladeros. Tras bajar encajonado por San Roque y Miera, en su tramo medio el río se abre y ensancha en Rubalcaba, ya en el municipio de Liérganes.
Si en su primer recorrido, el Miera baja torrencial, con grandes crecidas y desprendimientos, por las fuertes pendientes, aquí se aquieta y sus aguas discurren mansas, formando tranquilos y profundos meandros. En todo caso resulta una sensación engañosa: el valle donde se asienta Liérganes cuenta con una enmarañada red hidráulica que, en muchas ocasiones y debido a las abundantes precipitaciones, se ha mostrado torrencial y destructiva.
Puentes, molinos, ferrerías y presas: La revolución de la economía y las comunicaciones.
Los cursos de agua del río Miera y sus muchos afluentes han sido elementos fundamentales en la economía rural de Liérganes. Durante siglos, los pasiegos han sabido aprovecharse del impetuoso caudal del río para mover maquinaria destinada a la molienda del grano; para activar fuelles para la forja del metal, o para producir energía eléctrica. Puentes, molinos y presas aparecen hoy diseminados por todo el municipio y nos invitan a su descubrimiento.
El puente de Liérganes
construido en el año 1606 con piedra del propio río. De apariencia esbelta y ligera, tiene dos arcos de medio punto y de tamaño desigual y es conocido como “puente mayor” o “puente romano”. A pesar de las grandes avenidas e inundaciones que han asolado el valle de Liérganes a lo largo de su historia, se ha conservado en perfecto estado sin necesidad de grandes restauraciones.
El puente de Liérganes tuvo un gran valor estratégico, ya que conectaba la comarca con el Camino de Castilla, hacia el Portillo de Lunada. Su construcción formó parte de la gran revolución de los transportes que se produjo en Cantabria hacia los años 1585-1590. El objetivo era afianzar las comunicaciones y establecer caminos seguros haciala Meseta, para lo cual, los principales puentes de Cantabria –que eran entonces de madera- se reconstruyeron íntegramente en piedra.
Al lado del puente podemos contemplar uno de los molinos mejor conservados de Liérganes. Fue construido en 1667 y cuenta con una planta rectangular y arcos de medio punto para la entrada y salida de aguas. Estuvo en uso hasta finales del siglo XIX y actualmente alberga el Centro de Interpretación de la leyenda del hombre pez.
Juntos, puente y molino, se integran de manera natural en el cauce del río Miera y forma una de las estampa más características y bellas de Liérganes.
El Puente de Rubalcaba.
Está situado en el barrio de Rubalcaba, y se trata de otro puente relevante en el sistema de comunicaciones del camino real de Castilla. Forma parte de un hermoso conjunto con la ermita (que sacraliza el lugar de paso), con la presa y el molino harinero.
Data de la segunda mitad del siglo XVII y presenta dos arcos de medio punto de desigual tamaño y perfil de «lomo de mula». A lo largo de su historia, las fuertes y torrenciales avenidas de agua, han ocasionado numerosos desperfectos, obligando a su rehabilitación en diferentes ocasiones.
Desde el puente podemos observar la presa que embalsaba el agua para el molino. Hasta 1802 fue de madera y tenía que ser reparada con frecuencia. A partir de ese momento y pese a construirse con piedra, todavía será arruinada por las inundaciones en alguna ocasión más. El molino de los Cuetos, está actualmente rehabilitado como vivienda y data de 1679. Se trata de un edificio de planta rectangular construido en mampostería y con arcos rebajados, denominados “arcos carpaneles”.
Liérganes se convierte en la fabrica de cañones del Imperio Español
1617 es un año crucial para Liérganes. Juan Curtius, empresario flamenco y proveedor de los ejércitos españoles en Flandes, arrienda el Molino de la Vega, construye una fragua, y compra montes en la localidad, y hierro de varias ferrerías cercanas. Al año siguiente, Curtius crea aquí los primeros altos hornos del Imperio. Durante más de dos siglos, Liérganes producirá cañones y munición destinados a garantizar el dominio español de los mares.
El hecho supuso una autentica revolución socioeconómica para toda la comarca. La fábrica de artillería necesitaba de la madera de los bosques de la zona como combustible en el proceso de cocción del mineral, y del agua del río Miera, como generador de energía para accionar los diferente elementos de la fundición. Tanta actividad requería además de numerosa mano de obra local.
Las instalaciones se ubicaron en un extremo de lo que hoy conocemos como barrio de el Mercadillo. Los hornos, con más de cinco metros de altura, se cargaban por arriba de mineral y carbón vegetal. El resultado era un hierro colado que permitía construir artillería barata; alternativa a los costosos cañones de bronce habituales hasta aquel momento. Todo el proceso estaba controlado por oficiales fundidores flamencos, que se instalaron junto a sus familias, en el barrio de la Rañada.
Los cañones hechos en la fábrica de Liérganes gozaron de gran prestigio, por su ligereza y seguridad entre la marina de guerra española, el ejército, y las fortalezas en plazas peninsulares y de ultramar. La mayoría de ellos fueron destinados a las baterías costeras del imperio y a su Armada Real.
Tras dos siglos de funcionamiento, el agotamiento de los recursos forestales, consumidos de manera voraz en toda la comarca; la falta de actualización de las técnicas de fundición y la dependencia exclusiva de los contratos de la Corona, motivaron su decadencia y el cese de su actividad a mediados del siglo XIX.
Los testimonios actuales de la fábrica de cañones.
Hoy día, el visitante tiene escasos testimonios para hacerse una idea de las dimensiones del complejo. La fábrica se ubicaba al borde del río Miera a su paso por el barrio del Mercadillo; en un espacio comprendido entre la finca de la Casa de los Cañónes y la que está justo enfrente, la casa de la Generala; en cuyo lateral puede verse un muro con los únicos restos que perduran de la entrada al recinto de la Fábrica de Artillería.
Frente a esta hermosa casa, pero mucho más imponente, nos encontramos la conocida
como “Casa de los cañones”. Fue construida en 1702 por Domingo de la Cantolla, Secretario de la Inquisición General, con la pretensión de disfrutar de una vivienda de estilo similar a los palacios madrileños de la época.
Cuenta con dos pisos, una bella puerta de acceso con arco adintelado y jambas con sillares almohadillados, ya del siglo XVIII, así como un gran balcón de hierro forjado, y un escudo en lo alto.
Llaman la atención el arco que sostiene la cruz y campana de lo que fue la capilla del Carmen (hoy trasladada al otro extremo de la gran finca que posee la casa) y los imponentes cañones que hay en las esquinas del edificio, testimonio de la fábrica de artillería.
Finalmente, podemos contemplar unos de los restos más notorios de la fábrica de artillería: La Presa de la Fábrica de los Cañones, conocida popularmente como “la presa de las monjas”. Servía para encauzar el caudal del río Miera hacia los canales que daban servicio a la fábrica de Artillería; así como para el abastecimiento de la fábrica de harinas que estaba dentro de la finca de Los Cañones, y el molino del Puente Mayor.
Se trata de una hermosa presa escalonada, con una longitud de50 metrosy una altura de4 metros, de apariencia sólida y sillares impresionantes..
Otros molinos y presas de Liérganes
Además de los mencionados, Liérganes cuenta con varias estructuras de molienda más; entre ellas el molino del barrio de Bucarrero, de Pámanes, del que se conserva la casa del molinero y la presa; los dos molinos asociados a la casa del Ángel en Los Prados, o la presa y molino del Regolgo, en el barrio de Calgar.
La presa del Regolgo está situada junto a la carretera que conecta Liérganes con la Cavada. De aspecto sólido y compacto, se construyó en 1799 y cuenta con doble arco y un enorme contrafuerte central. Un acueducto lateral, que funciona a modo de cauce aéreo, desvía el agua hacia el molino.
Con el tiempo todos estos molinos de Liérganes cesaron en su actividad tradicional, aunque algunos de ellos se reconvirtieron, a finales del siglo XIX, en “fabricas de luz” que aprovechaban la corriente para generar electricidad.
Un lugar para descubrir mucho más: Ecomuseo-Fluviarium de la Montaña y Cuencas Fluviales Pasiegas.
Este Centro de Interpretación está ubicado en el centro de Liérganes, frente al ayuntamiento, y tiene como objetivo principal trasladar al visitante la riqueza y valor del patrimonio natural y etnográfico de las cuencas fluviales pasiegas.
El edificio dispone de diferentes áreas y ambientes temáticos que permiten conocer el medio natural y el legado cultural pasiego. Así como los aspectos más destacados de sus cuencas: paisaje de prados y cabañas, importancia del agua como recurso, diversidad ecológica y riqueza del mundo subterráneo.
El Ecomuseo recrea además los pisos bioclimáticos de la comarca, y permite conocer las principales especies faunísticas y de flora que alberga. Además, en el centro se ha reproducido, de manera fiel, una cabaña pasiega con detalles exteriores e interiores, y referencias a los útiles cotidianos del pueblo pasiego.
En otra área, el Ecomuseo cuenta, mediante paneles interpretativos, los impactos ambientales producidos por la desforestación y las talas masivas que sufrieron los montes pasiegos como consecuencia de la instalación de las fábricas de Artillería de Liérganes y la Cavada y de los Astilleros de Guarnizo.
Un área muy atractiva del Ecomuseo es su Fluviarium. Se trata de un conjunto de acuarios que reproducen el hábitat de un río cantábrico, con sus especies más emblemáticas. Aquí el visitante puede observar ejemplares vivos de nutria, salmón, trucha, lamprea, galápago europeo y anguila, entre otras especies.
Todavía hoy el Miera ha sido un río rico en pesca; y Liérganes dispone de algunos cotos muy frecuentados, como el de Mirones. Un hermoso tramo de río con aguas impetuosas y claras, donde abundan las truchas salvajes.